Por Jorge Raventos
Tal como se veía venir, el proceso de discusión de la Ley de Bases en el Senado se alarga y no concluirá antes del 25 de mayo, la fecha prevista para sellar solemnemente el Pacto de Mayo. El ministro de Interior, Guillermo Francos, confió en la posibilidad de que “el dictamen esté aprobado la semana próxima. Está sufriendo algunas modificaciones, incluso algunas mejoras”.
Además de los tiempos que se toma el Senado para estudiar la ley, el viaje de Milei a España para participar estelarmente en un evento de la derecha europea organizado por el partido VOX sumó algunos grados de incertidumbre. “El Presidente decidirá si la firma del Pacto se hace el 25 de mayo o si lo posterga”, explicó Francos. Desde la Casa Rosada se había dejado trascender que Milei podría incluso realizar un acto sin la ley aprobada y sin presencia de gobernadores, pero solo pareció una para que las provincias exijan a sus senadores que apuren el trámite del dictamen. El Pacto de Mayo es inconcebible sin una nutrida y significativa presencia de gobernadores.
Los gobernadores, coprotagonistas
Por otra parte, hay pocas dudas de que la ley será aprobada. “A un gobierno que inicia hay que darle los instrumentos y las herramientas”– sentenció, por caso, el mandatario cordobés, Martín Llaryora, quien sería el anfitrión de la ceremonia del Pacto si se mantiene el 25 de mayo como fecha.
Pero Llaryora advierte: “Tampoco se le puede dar cualquier instrumento, por eso en diciembre no salió la Ley de Bases. Esta ley que después se aprobó en Diputados es una ley muy modificada, más racional y por eso logró un consenso”. (…)Creo que en el Senado va a salir, volverá con modificaciones a Diputados y después tendrán la ley”.
Martín Llaryora.
Para muchas provincias es preciso introducir cambios en el capítulo referido al régimen de incentivos para grandes inversiones (RIGI), al que objetan que, por excesiva inclinación a favorecer el ingreso de capitales extranjeros, ofrece beneficios que perjudicarían a la producción nacional ya establecida, inclinando la cancha y desbalanceando la sana competencia; también cuestionan la excesiva duración de los incentivos (30 años). “El punto RIGI es el que hoy que está más trabado en el Senado”, ratificó Llaryora. No es el único que se discute: muchos senadores quieren también restringir adicionalmente la delegación de facultades que aprobó la Cámara de Diputados, varios se oponen a la privatización de Aerolíneas Argentinas y, en relación con el paquete fiscal, las provincias australes rechazan los pisos bajos que se fijaron al reintroducido (y rebautizado) impuesto a las ganancias para la cuarta categoría. De todos modos, según el gobernador cordobés, “en el Senado va a salir, volverá con esas modificaciones a Diputados y después tendrán la ley”.
Desde Roma, donde asistió a un simposio sobre el cambio climático organizado por la Santa Sede, el gobernador de Catamarca, Raúl Jalil coincidió en el espíritu cooperativo en declaraciones a la corresponsal del diario La Nación: “Para la Argentina sería muy bueno que nos pongamos de acuerdo y que salga la Ley Bases, tal vez con algunas modificaciones, pero hay algunos capítulos que la sociedad argentina estaba esperando desde hace mucho discutir”.
A diferencia de su colega cordobés, que encarna una variable autónoma del peronismo (el cordobesismo), el mandatario catamarqueño se mantiene en el seno del Partido Justicialista y, por esa vía, en el sello Unión por la Patria; por eso su punto de vista resulta especialmente significativo: “Creo que el peronismo, Unión por la Patria, tiene que dialogar. Creo que se está cometiendo un error al no dialogar. Hay que dialogar, llegar a un acuerdo, porque la sociedad nos pide a los políticos que en algunos puntos estemos de acuerdo para avanzar. Desde hace muchos años tenemos un gran problema que es la inflación y creo que si la política tiene dos componentes, un componente cultural y un componente macroeconómico, creo que sería bien visto desde la Argentina y desde otros países que nos pongamos de acuerdo en diez o doce puntos con el Gobierno”.
Los dichos de Jalil indican que hay que mirar más allá del dato estático de que el conglomerado Unión por la Patria cuenta con 33 senadores, apenas cuatro menos que los que requiere para ser mayoría en las votaciones ordinarias del cuerpo. A partir de esa cifra, algunos analistas concluyen, que el bloque que responde en última instancia al liderazgo de Cristina Kirchner está en condiciones de imponer el voto negativo al proyecto, sumando apenas un puñado de senadores o consiguiendo unas pocas ausencias estratégicas.
Por debajo de aquella cifra, sin embargo, discurre la realidad de una fuerza política –el kirchnerismo- que debate intensamente su posicionamiento y necesita hacer un balance de los motivos de su derrota electoral, así como de los cambios sociales y de época que explican, entre otras cosas, la irrupción de la figura y las ideas de Javier Milei. El bloque de Unión por la Patria hoy no puede garantizar el voto de los 33 senadores que lo componen.
”Tenemos que cambiar nuestra agenda, la agenda nuestra tiene que ser de acuerdo a esta nueva era de la humanidad”, argumenta Jalil. Los senadores catamarqueños, por ejemplo, no votarán contra la Ley Bases si la redacción final del proyecto incorporó las modificaciones principales que sugirieron.
Cambio de época
En un refinado artículo publicado este mes en la revista Panamá, Pascual Albanese reflexiona, en el mismo sentido que Jalil cuando este habla de la nueva era:” No estamos sólo ante un cambio de gobierno sino frente a un cambio de época cuya radicalidad remite a una cita de la antropóloga estadounidense Margaret Mead: cuando creía haber aprendido todas las respuestas me cambiaron todas las preguntas (…)La extinción de la sociedad industrial y el advenimiento de la sociedad del conocimiento, fundada en el avance de las tecnologías de la información y potenciada hoy por las redes sociales, generó una progresiva pero profunda modificación en la estructura social (…)la desaparición de la sociedad industrial constituye el punto de partida del fenómeno de ascenso de la juventud como un nuevo actor social”.
En ese contexto, señala Albanese, “resulta una paradoja cargada de sentido que tanto la columna vertebral del electorado de Milei como la movilización universitaria del 23 de abril compartan una base juvenil. No se trata entonces de contraponerlos mecánicamente sino de integrarlas en una perspectiva estratégica más amplia”.
Estos rasgos de la nueva época al mismo tiempo determinan el crepúsculo del viejo sistema político e incitan a quienes no quieren marginarse a plantearse, como hace Jalil, la necesidad de una nueva agenda. En el caso del peronismo esto aparece con más evidencia por el hecho de que lo que lo que. desde la perspectiva numérica, encarna el partido más numeroso del país, desde la política efectiva resulta una fuerza sumida en la impotencia, aislada de alianzas y anclada por el kirchnerismo a una agenda anacrónica. Por ese motivo se observan dispersión, tensiones y una creciente tendencia a la búsqueda de “una nueva canción” y a la espera de un nuevo liderazgo.
La herencia de Menem
Liderazgo fue el principal valor que, justamente, Milei destacó el martes 14 en su semblanza de Carlos Saúl Menem cuando descubrió el busto del expresidente en la Casa Rosada. En un discurso muy pensado, de una modulación diferente (no habló de economía, mantuvo un tono coloquial y por momentos abierto a exponer sentimiento, no cerró con su grito de guerra : “¡VLLC!”), Milei afirmó que “estamos reconociendo su liderazgo, su trayectoria política y sus gobiernos”; explicó los motivos objetivos por los que considera que fue “el mejor presidente de los últimos cuarenta años” y también porqué está acompañado en ese ámbito por figuras como Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento, Carlos Pellegrini y Julio Argentino Roca (no se refirió as Marcelo Torcuato de Alvear, cuyo busto también está en ese hall).
Más allá de que varios familiares directos de Carlos Menem (Martín, presidente de la Cámara de Diputados y su primo Eduardo, conocido como “Lule”, subsecretario general de la Presidencia) ya forman parte del gobierno libertario, resulta interesante destacar que de los dos o tres centenares de personas que asistieron al acto, la enorme mayoría sigue formando parte del peronismo, por cierto con marcada distancia de las corrientes que siguen a la señora de Kirchner.
El homenaje ofrece pistas sobre un rumbo que orienta la construcción del partido libertario propio, tarea que conduce Karina Milei, la hermana y secretaria general de la Presidencia.
En primera instancia, en la búsqueda de cuadros y militantes experimentados, probablemente Karina Milei buscará avanzar por la puerta que su hermano abrió rotundamente el martes 14, con la expectativa de atraer y absorber a ese fragmento del peronismo que quedó vacante cuando, en 2003, Carlos Menem desistió de participar en el ballotage después de haber triunfado en la primera vuelta de la elección presidencial.
Quizás la reivindicación de Menem y la perspectiva de un partido libertario con componentes menemistas no satisfagan ni a la vicepresidenta Victoria Villarruel ni a la ministra de Seguridad, Patricia Bullrich. Ninguna de las dos participó del homenaje que encabezó Milei (la ministra tenía una silla reservada que no fue ocupada).
Las fuerzas centrífugas que operan en el peronismo incluso desde antes de la presidencia de Alberto Fernández (y mucho más después de la derrota del último año) seguramente se acelerarán. El peronismo no podrá retener su caudal sin renovarse y actualizar su agenda.
El Pro, con la restaurada presidencia de Mauricio Macri, debe a su vez zanjar las divergencias con el ala que lidera Patricia Bullrich ya incorporada, en los hechos y por gestión propia, al elenco libertario. También los radicales experimentan la fuerza gravitatoria de Milei, que introduce fisuras en su armonía interna.
La atracción que ejerce el gobierno se sostiene en sus logros frente a la inflación (la de abril fue inferior a la de marzo; se prevé que la de mayo sea inferior a la de abril) y en que el respaldo de la opinión pública no decae pese a un ajuste brutal que inquieta hasta a sus propios autores, al punto de inducirlo a discretos (pero frecuentes) gestos de heterodoxia e intervencionismo. El proceso de cambio está lejos de haber concluido.